definición de la Rae

Desacato. (De desacatar). 1.m. Falta del debido respeto a los superiores. 2.m. Irreverencia para con las cosas sagradas.
La literatura o es desacato o no es nada (creo)

lunes, 11 de noviembre de 2013

Chirbex 35

Para calibrar el alcance de la última novela de Rafael Chirbes, En la orilla (Anagrama 2013) habría quizá que compararla con aquella otra que publicara en 1996, La larga Marcha, recordada entre otras cosas por la haber sido fulminada sin miramientos por Ignacio Echeverría y defendida, también sin miramientos, y de manera emocionante, por un Muñoz Molina de otro época. Aquella admirable novela del 96 mostraba una mirada más compasiva que inclemente (al contrario que esta de ahora), una mirada que, como señalaba, Muñoz Molina, poseía de sobra "el arte para contar las vidas y los sentimientos de los trabajadrores" y "una percepcion de las formas más escondidas de ternura" que juntaba delicadeza y compasión. Se abría aquella  novela  con un nacimiento esperanzador en el seno de una humilde familia. La de ahora comienza, sin embargo, con el hallazgo de una cadáver en un cañaveral, un cadáver que los perros despedazan. La larga marcha estaba contada desde un narrador omnisciente, casi decimonónico, que ordenaba el discurso narrativo desde la certidumbre, o la esperanza, de que el mundo fuese finalmente ordenable, codificable, comprensible. En la orilla tenemos, por su parte, monólogos sordos, centros de conciencia que básicamente aullan lo incomprensible, lo fragmentario, los despezadado, como los restos de ese cadáver que los perros esparcen en el muladar en que se ha convertido la laguna a la que alude quizá el título, otrora paraíso de la infancia del principal protagonista y ahora vertedero ilegal y hasta cementerio. Este es ahora el mundo, así debe expresarse, parece decirnos Chirbes desde un desencato que él mismo ha calificado de apocalíptico. Un mundo donde la lucha colectiva de los militantes antifranquistas de La larga marcha ha dado lugar a voces inconexas, heridas, a cuerpos que se saquean sin tregua, a una laguna hermosa convertida en vertedero de  escombros personales y colectivos, como metáfora siniestra de la España de la burbuja y el saqueo. Ese ha sido nuestro destino, lo que hemos creado, porque, si en La larga marcha el enemigo aparecía definido, coherente -el franquismo-, ahora no es así, ya no es tan fácil, el enemigo está en casa, en cada uno de nosotros, en esa parte de nosotros que hemos entregado sin lucha a los brillos del capitalismo, a la comodidad, a la irreflexión o a la irresponsabilidad. Crítica ésta de la que ni el propio autor pretende escaquearse, pues buena parte de su vida profesional aparece zaherida a cuenta de uno de sus personajes, Francisco, quien ha profesado el periodismo gastronómico en una revista tan elitista como banal, exactamente igual que el propio Chirbes.
Las otras novelas de Chirbes, las que separan las dos que aquí nos ocupan, dan cuenta de ese corte amargo entre ambas, ese corte que expresa la traición de toda una generación a los valores de democracia y justicia que un día los sostuviera frente a Franco, es decir,  una crónica de algo parecido a la Transición, de la que Chirbes se erige como uno de sus más conspicuos críticos, el más acerbo, quizá. Si hemos transigido con los valores del enemigo, nos hemos convertido en el enemigo. Cuando uno se ha convertido en el enemigo de sí mismo  ¿qué queda?. La novela de Chirbes se resuelve con un suicidio. Pero es el suicidio de un anciano amargado (¿aquel bebé de La larga marcha, muchos años después?). Y sin embargo, cada nueva generación tiene derecho a luchar de nuevo, a vivir de nuevo, a reiventarlo todo. Tiene derecho a fracasar. Lo que no está claro es a qué le llamarían fracasar ahora las nuevas generaciones: ¿a no poder comprarse el último modelo de smartphone? ¿el último tablet? Apocalíptico, sí.
   





sábado, 9 de noviembre de 2013

Campos

Escribía Michel Ugarte, hijo de exiliados republicanos, que en el contexto de los años 30 y 40 la palabra campo era siniestramente polisémica. Aludía por un lado a la naturaleza libre, quizás también a la tierra cultivada, a los sembrados, pero al mismo tiempo a lugares de muerte y cautiverio, es decir, a campos de concentración. Hablaba, por supuesto, de Max Aub, y de su inolvidable serie novelesca El laberinto mágico, cada una de cuyas novelas posee un título encabezado siempre por esa palabra: campo. Asi Campo abiertoCampo de los Almendros o Campo francés, siendo esta última la que trata más directamente la temática concentracionaria. Todo un género, sin duda, un género que en Europa occidental tiene autores señeros como el propio Aub o Primo Levy, superviviente de Auswitz e incansable luchador contra todo tipo de barbaries. El mismo Levy, preguntado sobre ese extremo, advertía de las diferencias entre Auswitz y el Gulag estalinista, ambos infernales pero todavía más el primero, en tanto que no buscaba la "reeducación" de los presos, sino su bárbara explotación y su exterminio. Y es precisamente de autores soviéticos de quienes quiero hablar ahora, porque allí el género adopta no sólo la forma de tragedia consumada, sino también de farsa, de la comedia absurda, del esperpento si se quiere, y no sólo por el especial humor eslavo, tan dado al exceso, sino tambien por la triste ironía que acompañó a muchos de los prisioneros que padecieron aquellos infiernos siberianos, con temperaturas de 50º bajo cero, y que consistía en que a esos campos iba a parar los anticomunistas, pero también los comunistas; iban los desertores, pero también los héroes; iban los zaristas, pero también los anarquistas; iban los prisioneros alemanes pero también los soldados rojos que les habían derrotado. Es decir, una locura, una locura estalinista. A bote pronto, se me ocurren varias obras maestras. La última que he leído es de Vladimir Makanin y lleva el título de La letra A, relato de un realismo delirante, ejemplo de cómo el delirio más inaudito puede nacer de la realidad más intransigente. O la inacabable serie de Relatos de Kolima, de Varlam Shalomov, implacable deconstrucción de aquel universo helado. U otras donde los campos no son el tema principal, sino una lejana amenaza, un clima viscoso que se infiltra en el alma de la gente, obras como Los hijos del Arbat de Anatoli Ribakov, o esa obra maestra absoluta, cuya publicación fue prohibida durante décadas, que es Vida y Destino, de Vasili Grossman, escritor y periodista que conoció lo peor de ambos mundos. Sí, él fue el primero en entrar en un campo de exterminio nazi tras la liberación. Su testimonio fue usado como prueba en los juicios de Nuremberg. En uno de ellos había sido asesinada su madre. 
        

martes, 5 de noviembre de 2013

De los sueños de un torturador

En lo que queda del alma de un torturador se agazapa la esperanza, esa llamita torticera que nunca se apaga y que engendra los más desaforados desvaríos. Esa llamita que engendrara el alma del Quijote, de Madame Bovary y de tantos otros personajes de tan ilusorio y frágil linaje. La novedad ahora, en esta novela titulada precisamente Donde dejé mi alma, de un tal Jerome Ferrari, es que esa llamita prende en los jirones del alma de un torturador torturado, brechtiano (porque se ve a sí mismo desde fuera) Sucede en la guerra de Argelia (sí, donde Francia dejó su alma democrática y fraternal), en la que un oficial de información no soporta su condición de carnicero ni siquiera acudiendo a las típicas justificaciones. La detención de uno de los jefes del ELA (ejército de liberación de Argelia), a quien no necesita torturar, le brinda la oportunidad de ser otro, de creerse otro. No ya caballero andante, sino militar honorable, que no tortura, que imagina una guerra limpia en la que se rinden al enemigo preso todo tipo de respetos, cuidados e incluso honores militares. Sí, juega al soldado bueno, a la guerra limpia, a una imagen aceptable de sí mismo. La realidad, sin embargo, como a Don Quijote con sus molinos, le pone en su sitio devolviédole al fango y a la sangre y a los gritos de los prisioneros torturados con sus mismas manos de hombre. Hay otro oficial que narra desde la distancia esa ridícula lucha en la conciencia del torturador, otro de su misma estirpe pero sin complejos, un nihilista que no necesita justificar sus actos porque sabe que todo carece de sentido salvo la autoafirmación. Novela para bucear en nuestros más oscuras alcantarillas, donde la guerra de Argelia es cualquier guerra a punto siempre de perderse, aunque no nos demos cuenta. Absolutamente imprescindible.


     


jueves, 24 de octubre de 2013

Piris

2 años sin subir al Pirineo y 5 sin subir solo. Desde el refugio de Lizara, valle de Aragüés, rodeo el Bisaurín para subir por su cara norte y bajar por la sur, si hay suerte. El día es espléndido y madrugo para pillar la nieve dura, lo que sucede a medias. 4 horas más tarde estoy arriba, aunque más cansado de lo esperable. Soledad absoluta y viento ligero. La arista de cumbre es vertiginosa, mejor no caerse. Se supone que tiene que haber una cruz o algo así, pero no la encuentro. Luego me dirán abajo, en el refugio, que un rayo la hizo volar, hace unos años. Las vistas son increibles: destacan al este el Midi d'Ossau y el Balaitous. Reconocer picos es como reconocer amigos entre la gente. Toca bajar por una pendiente delicada, pero hay buena huella. Cuando piso hierba, me quito los crampones y me echo una siesta. Ya en el refugio, lo celebro con unas cañas. Luego paseo por una pradera llena de bojes y flores: ¿dónde está el jardinero? Me quedaría a vivir en esta luz. Pero ya estoy de vuelta en el infierno.


Alpujarras

Las Alpujarras forman parte de ese sur mítico que tanto les gusta a los anglos. Por aquí anduvo Brennan surtiendo de imaginario a legiones de buscadores de valles perdidos, preferiblemente orientados al calor del mediodía. Luego vinieron hippies de todas las europas en busca de Nirvanas posibles y controlables. Abrieron talleres de artesanía y cenobios budistas. Se quedaron. Ahora Capileira, el pueblo más emblemático de la comarca, recibe a los turistas convertido en parque temático de sí mismo. A los gourmets de lo auténtico les espera Bubión, un poco más abajo, igual de blanco pero aún más bonito, y sin carteles arruinando el paisaje de unas casas inolvidables. Nosotros fuimos sobre todo a subir el Mulhacén, otra montaña mágica. Lo hicimos remontando el barranco de Poqueira, bajo un sol implacable (mejor sin duda hacerlo con el otoño bien asentando, cuando los robles y castaños se ponen amarillos y las praderas verdes y frescas). Arriba, en el refugio, la tasca alpina y otras hierbas aliviaban ese calor embrutecido. Cena superlativa al amparo de muros de pizarra. La noche estrellada de fuera nos hizo recordar constelaciones borradas. La madrugada alivió los siguiente 1000 metros de desnivel, que aún quedaban hasta la cumbre. En ella una extraña emoción por pisar el techo de la península con sus 3500 metros asomándose al mar y a la ciudad de Granada. La cara sur es amable. La norte un paredón que hiela las venas y que en invierno se llena de vías de nieve tentadoras. De vuelta a Bubión, 2200 metros por debajo, la cerveza helada certifica un día casi perfecto.


sábado, 28 de septiembre de 2013

MIss Sunshine Ana


Tengo un remedio infalible para las depresiones y las melancolías exageradas. O quizá sean dos. El primero es un cuento de Juan Marsé titulado "Las noches del Bocaccio". En él conspiran la autoparodia y la sátira social para hacernos reír como niños. El otro es una película de urgencias que todo el mundo debería tener en su botiquín. Yo creo que puede salvar vidas como un desfibrilador de alma infartadas. La película se llama "Pequeña miss sunshine", y hay que tomarla en raciones generosas cada ocho horas. El efecto es inmediato, regenerador, y procura buena salud para una larga temporada.
Me temo que lo que ha pasado estos días en Buenos Aires es una reedición de las aventuras de Miss Sunshine, porque es imposible que lo de candidatura de Madrid a los juegos olímpicos fuera en serio. ¿De verdad alguien había pensado que iba en serio?. Una ciudad que debe 7.000 millones de euros, con una tasa de paro récord, gobernada por un partido sobre el que pesa la sombra de la corrupción, asociada precisamente a los pelotazos urbanísticos y de infraestructuras; que ha recortado en educación, sanidad, investigación y todo tipo de servicios sociales; con un descrédito abisal de su clase política; con problemas de seguridad en sus instalaciones deportivas, causantes de víctimas mortales; etc etc, no puede postularse en serio a este tipo de eventos. Claro que no. Si hemos ido allí ha sido para animar a Doña Ana Botella, para que tuviera su momento de gloria global, aunque fuese falso, exactamente igual que ocurría con la encantadora niña de Pequeña Miss Sunshine. Sí, ella era fea, torpe, ridícula, gorda, miope, etc; pero su familia la amaba y estaban dispuestos a cualquier cosa para que fuera feliz. Nosotros hemos hecho lo mismo con Ana. Hemos gastado un porrón de millones de euros para llevarla a la gran fiesta de las ciudades candidatas: Hemos puesto nuestro granito de arena solidario. Hemos apechugado hasta con la posibilidad de hacer el ridículo a lo grande. Ha ido  Gasol, un crack en lo suyo. La han arropado las autoridades, las televisiones, las corporaciones. En fin, todos, todos con Ana. Ella se lo merece. Con tal de que se crea mejor que lo que es, aupada sobre los hombros de España, este país grande y generoso; dando al mundo lo mejor de sí misma, hablando en inglés y hasta en un castellano bastante correcto. Deberíamos sentirnos orgullosos. Qué gran familia.
http://www.youtube.com/watch?v=hhJt3Tzjy8I

miércoles, 28 de agosto de 2013

Amor y basura

Cambio por enésima vez el título de este blog siempre incipiente. El anterior, aunque bonito, tenía algo de afectado, de prepotente. La idea es la misma, sin embargo, porque el blues (antes se llamaba Descato Blues) no deja de ser también eso: amor y basura. Por eso conservo su turbia energía y su lirismo desafiante, así como la maravillosa foto un de Robert Johnson a punto de cantarnos las cuarenta (a su manera, claro: en 12 compases y en el argot agrío del Mississipi). La vida tampoco es más que eso, y en muchas ocasiones menos. Amor y basura, o amor basura.  La expresión se la he robado a Ivan Klima, el novelista checo, que tituló de ese modo una de sus maravillosas novelas. En ella dice cosas como estas: "Y ahí tomé conciencia del extraordinario poder de la literatura o, en general, de la creatividad humana: conseguir que incluso los muertos vivan y que los vivos no mueran nunca". Toda su familia había sido asesinada en Auswitch, unos años antes. Por eso se hizo escritor. Amor y basura.


martes, 13 de agosto de 2013

La misma ciudad impune

Hablamos hoy de la última novela de Luisgé Martín, La misma ciudad (Anagrama, 2013) fábula existencial y atribulada, que presenta un personaje al filo de la navaja entre Don Quijote y Ulises, pero menos entrañable y menos loco que el primero y algo más mezquino y calculador  que el segundo. Empieza la narración con un míni ensayo sobre la edad más crítica. No, no la adolescencia, sino la crisis de los 40, la tenebrosa frontera donde cada cual hace recuento de sus fracasos y pérdidas, mide la distancia entre los sueños de juventud y los logros de madurez, calcula el tiempo que le queda por vivir y extrae de todo ello conclusiones atroces. Así nuestro personaje, quien, al encontrarse a un amigo de juventud y comparar sus trayectorias divergentes, concluye que su vida burguesa, triunfadora según todos los cánones dominantes, es una mierda sin otra sustancia que la de la rutina. Al día siguiente caen las Torres Gemelas. Como él trabaja allí, pero no se encuentra en ellas en el momento de los impactos, decide darse por muerto, desaparecer sin dejar rastro, y emprender una nueva vida en la que recuperar impunemente el tiempo perdido, una vida aventurera con mucha precariedad, muchos viajes, muchas mujeres, mucho peyote, poesía y submarinismo. El desenlace le lleva de nuevo al desengaño, y a la conclusión de que es vana toda tentativa de existencia aventurera. Como consecuencia de ello, decide recuperar su antigua identidad. Su mujer, una Penelope de Manhattan comprensiva y fiel, le acoge de nuevo, así como la sociedad de la que había huido, con su antiguo trabajo de abogado agresivo en inmobiliaria agresiva. Ulises ha vuelto, el hijo pródigo y tarambana regresa a casa para hacerse perdonar su vida licenciosa. No deja de rezumar cierto conservadurismo esta clausura de la novela, por cuanto niega en cierto modo la capacidad de la experiencia para generar enseñanzas, así como algo más atroz, que es la imposibilidad de cambiar, la percepción del ser humano como sujeto de identidad única, inamovible, es decir, objeto y no sujeto, el sueño de toda instancia totalitaria . Pero la sustancia de la narrativa es el cambio, toda novela es el relato de una metamófosis. Aquí eso aparece negado incluso en el explícito símbolo de la serpiente alada que el protagonista se hace tatuar en la espalda, y cuya alas decide borrar más tarde, negando su capacidad de vuelo, es decir,de cambio. Pero el texto aquí se contradice, o más bien es el personaje quien lo hace, pues finalmente el viaje sí le ofrece enseñanzas variadas que le acercan a la verdadera madurez, que es algo no necesariamente ligado a la edad biológica. Así dice, tras retomar la antigua vida: "No soy feliz, pero ahora al menos sé que no podré serlo". Para a continuación contradecirse con esta otra afirmación: "No hay incertidumbre, y eso, a mi juicio es una forma de felicidad". Creo que el autor trabaja conscientemente estas contradicciones de su personaje, y que el poema de Kavafis que cruza la novela de lado a lado no hace sino reforzar esa idea, así como las citas que  sirven de introducción al texto. El poema, en concreto, es esa obra maestra titulado "la ciudad", ese que dice "buscaré una ciudad mejor que ésta" y que concluye con un lapidario "nunca abandonarás esta ciudad". La cita del principio, de Horacio, afirma: "Aquellos que cruzan el mar cambian de cielo, pero no de alma". Y la otra, del libro de Tao, concluye: "cuanto más lejos se va, menos se aprende". Entiendo todas estas referencias librescas de una forma restringida:  sólo quien está poseído por el miedo, el prejuicio y el egoísmo no aprenderá nada por mucho que cambie de lugar, que es más o menos lo que viene a decir la última frase de El Buscón, de Quevedo: " nunca mejora su estado quien muda solamente de lugar, y no de vida y costumbres". Porque el protagonista se equivoca al principio, en el planteamiento, y de una premisa errónea no se deduce una conclusión afortunada. Quien desee cambiar de vida, ha de ir de cara, con las manos en el corazón. Brandoon Moy es un oportunista que abandona a su mujer y a su hijo porque las circustancias le permiten actuar impune e irresponsablemente. Pretende cambiar radicalmente de vida sin cargar con las consecuencias de ese cambio. Esta cegado por el miedo y la cobardía. Su tentativa será un fracaso porque no ha sido sincero consigo mismo y con aquellas personas ante las que es responsable. La justicia poética le condena al fracaso, a  la infelicidad, a la inmovilidad. No es un castigo, sino una consecuencia por un actuar inauténtico. El autor, sin embargo, trata a Brandon con gran respeto, sin cebarse en sus contradicciones, simplemente desnudándolas ante nosotros y haciéndonos ver lo que hay de ellas en nosotros. Nos recuerda una vez más el célebre verso de Baudelaire: "mi hermano, mi semejante", y la idea de la novela como espejo. Un autor que demuestra una enorme maestría tanto en la táctica narrativa (narrador testigo, compilador) como en tono menor y la precisión despojada del lenguaje. Es lo primero que leo de Luisgé, y me ha parecido extraordinario. Agradezco la brevedad: la novela corta es el futuro, salvo que se trate de Bestsellers malos, que no nos interesan. Me dicen por ahí que su anterior obra, La mujer de sombra, es magnífica. Caerá, caerá. Y hablando de caer, la portada me parece de mal gusto. Entiendo que la intimidad de la muerte es sagrada. Eso es todo.



     


miércoles, 31 de julio de 2013

la solución final en South Dakota


En 1868 se aprueba la 14ª enmienda a la constitución de los Estados unidos, en ella se establece que todos los residentes en el país incluidos los negros son ciudadanos de pleno derecho. Todos menos los  indios. El general Sherman, héroe unionista de la guerra de secesión, había escrito unos años antes lo siguiente: "debemos actuar con firme vengatividad contra los sioux, hasta el exterminio total de hombres, mujeres y niños". La carta estaba dirigida a su superior jerárquico, el general Ulysses S. Grant, futuro presidente de la Unión. La solución final al problema indio acababa de ser, de ese modo, esbozada. El problema para los indios, sin embargo, se llamaba Estados Unidos, capítulo penúltimo de la larga historia de la conquista europea de América. Como en anteriores ocasiones, los indios constituían un obstáculo para la hegemonía de los blancos, y su forma  de vida, basada en la cooperación y una sostenibilidad avant la lettre, un desafío para el capitalismo en expansión. El presidente Grant, el general Sherman y otros próceres norteamericanos se disponían a solucionar este asunto sin mayores miramientos.

La diferencia entre indios y negros es obvia: los negros pueden ser considerados ciudadanos porque no poseen nada, salvo su fuerza de trabajo; los indios, sin embargo, son los legítimos propietarios de millones de hectáreas entre el Missisippi y el Pacífico. La lucha contra ellos no es sino otro momento de desposesión de tierras comunales, de privatización, amparadas por un estado poderoso que pone en este empeño todos sus recursos. Primero los tratados, que se firman con la voluntad consciente de incumplirlos en cuanto sea preciso; luego la guerra económica, que priva a los indios de sus medios de subsistencia. Cuando todo esto no basta, se acude a directamente a la violencia, la cual incluye el asesinato de mujeres, niños y ancianos, población civil no combatiente, daños colaterales olvidables, que este caso abocan a muchas tribus a su total extinción. 

¿Qué son las reservas? Las reservas son campos de concentración y a veces de exterminio. Los indios suelen llegar a ellas tras la firma de tratados manipulados, llenos de letra pequeña. Los indios son ágrafos, se fían de las palabras del gobierno Luego los papeles dicen otra cosa, contienen cláusulas trampa, matices engañosos, enrevesados. Eso también es un choque cultural. Los indios creen en la palabra dada, pero para el gobierno las palabras son un medio más para ejercer el expolio. Llama la atención, sin embargo, la obsesión de los estadounidenses por la firma de tratados, como si quisieran legitimar jurídicamente el robo de las tierras en previsión de demandas futuras. Son tan legalistas como falsarios; no obstante, Estados Unidos es el país donde los abogados son los brujos de la tribu. Los indios llegan a las reservas, pero antes han cedido sus tierras al gobierno, a la colonización, al ferrocarril, a la minas, a la ganadería. Los búfalos, su principal alimento, son exterminados. Los esqueletos tapizan por millares las praderas. Osarios y hambre. Imágenes metafóricas.

En los tratados se garantiza que los indios recibirán en las reservas comida suficiente. Nunca es así. El dinero se queda por el camino, en oscuras oficinas y bolsillos de intermediarios desalmados. Las reservas son una oportunidad de negocio. Mientras las haya, los fondos de Washington no dejarán de fluir. Pero en las reservas se muere y se vive sin dignidad. Los orgullosos pieles rojas se sienten engañados, abandonan entonces las reservas y se dirigen a territorios cada vez más lejanos. El ejército les persigue, se producen escaramuzas. Pero los indios son vulnerables, no tienen retaguardia, cabalgan siempre juntos, guerreros, mujeres, niños y ancianos. No los diezman las batallas, sino el sufrimiento de los más débiles, incapaces de soportar el hambre, el frío y los largos desplazamientos. Hay momentos épicos: la larga marcha de los Nez Percès cruzando las Montañas Rocosas en medio del invierno, intentado llegar a Canadá, sin éxito. O la heroica resistencia de los apaches de Gerónimo, en el sur, 50 hombres contra los ejércitos combinados de México  y Estados Unidos. O la batalla de Little Big Horn, donde la acción conjunta de sioux y cheyenes infringe a los estadounidenses una derrota indigerible. Saltan a la leyenda nombres de guerra. El más bello es Caballo Loco, nunca derrotado en batalla, pero obligado a claudicar para salvar la vida de su gente, asediada por el hambre y el agotamiento. Más tarde sería asesinado a bayonetazos ante su orgullosa negativa a llevar cadenas. Es el símbolo de muchos de los suyos: prefieren la muerte a la esclavitud.

Poco a poco los van arrinconando. Toro Sentado se refugia en Canadá, junto a lo que queda de los sioux oglalas. Tampoco allí les dejan vivir en paz, en prevención de que se constituyan en un ejemplo nocivo. Son expulsados y encerrados en reservas. En un consejo con las autoridades del gobierno, un anciano jefe pregunta: de dónde nace vuestro derecho sobre nosotros. Nadie responde, pero la respuesta es obvia: de la fuerza, de la voluntadad de usarla. Los deseos de Sherman se van cumpliendo. En 1890, 24 años después de haberle expresado sus inquietudes al general Grant, se produce la última fase de la solución final, la matanza de Wounded Knee, en Dakota del Sur. Es pleno invierno, los indios son conducidos a una reserva. A mitad de camino les ordenan entregar la armas. Alguno se niega. Los soldados disparan. Entierran los 300 cadáveres en fosas comunes. Wounded Knee.

Poco antes, Toro Sentado, el último gran jefe sioux, también había sido asesinado. Durante algún tiempo había frecuentado las ciudades del este, enrolado en el popular espectáculo de Bufallo Bill. En una frase había resumido lo que le inspiraba el mundo de los blancos: "el hombre blanco sabe fabricar muchas cosas, pero no sabe distribuirlas".  

 Los que ganan escriben la Historia, o la falsean. Se puede hacer un espéctaculo de la matanza y el expolio. El cine lo ha hecho con los indios (podemos imaginar el justificado escándalo si se hiciera lo mismo con la Shoah). Los indios eran pocos, pobres y no sabían escribir. Lo que sabemos de aquello es testimonio oral de los supervivientes. El cine los presentaba como salvajes inexplicables, violentos sin causa. Escribió Juan Gelman, parafraseando a un jefe indio: "solamente lo mejor que hicieron y solamente lo peor que los indios hicieron el hombre blanco contó". Más tarde habría excepciones. Recordemos a Marlon Brando, Un hombre llamado caballo, Pequeño Gran Hombre, Bailando con lobos. Testimonios blancos, en cualquier caso. Toda una forma de vida fue exterminada. Los indios se convirtieron en espectáculo o juguetes para los niños. Yo tenía una bolsa llena de indios de plástico. La llevaba siempre conmigo. Dormía con ellos. Por supuesto, los perdí. Me gustaría encontrarlos ahora para pedirles perdón, para pedirles a esos indios de plástico que no se rindan nunca.







jueves, 4 de julio de 2013

Indios


El mismo día que a Adelson le ponemos un aeropuerto cuasiprivado en su Eurovegas, al presidente constitucional de Bolivia le hacemos aterrizar en Viena para el control de alcoholemia. Ya se sabe, estos indios se meten de todo y lo mejor es tenerlos controlados, bajarles los humos, ponerlos en su sitio y que vayan aprendiendo modales. Que Europa es una m¡erda ya lo sabíamos, que la mitad de sus dirigentes son unos fascistas engolados se empieza a ver a diario, que además carecen de dignidad y se bajan los pantalones en cuanto se lo piden desde Washington es una evidencia innegable. Los mismos que permitieron los vuelos de la muerte hacia Guantánamo le registran el avión a Morales por si llevase en él a Snowden, un ciudadano modelo que ha osado denunciar los abusos de los poderosos. Ese muchacho debería tener un monumento en el Capitolio, junto a Lincoln, Martin Luther king, Rosa Parks o el soldado Manning, a quien pueden condenar a muerte por haber mostrado al mundo los horrores de la guerra ilegal de Irak, no por haberla empezado ni mantenido. Parece ser que el embajador español en Viena quiso subir al avión de Morales, a tomarse un café con el presidente boliviano y comprobar si allí estaba ese peligroso terrorista Snowden. ¿Quién le ordenó intentar semejante chiste digno del mejor Berlanga? Probablemente un palanganero con ganas de ganar su sitio en la Historia, ser un héroe, colaborar en la detención de un chico asustado. De estar Snowden en ese avión ¿qué habría pasado? ¿Lo habría tomado la caballería? ¿lo habría sometido a sitio, sin agua ni comida ni aire, hasta que los bolivianos lo hubieran entregado? Da asco la arrogancia de esta gente y más, si cabe, la babosa pleitesía de los dirigentes europeos. Parece ser que ya han dejado volar a Morales, y que podrá repostar combustible en Canarias. No iba borracho, es cierto, pero bien está la detención preventiva, para que vayan aprendiendo como nos las gastamos en Europa con los indios listillos.

miércoles, 5 de junio de 2013

Gredos


Mi primera cumbre fue una de Gredos. Yo tenía 9 años y ella 10 mil millones. Yo he ido cambiado, para bien y para mal, mientras ellas no cambian nada. Probablemente se ríen del tiempo, eso que a nosotros tanto nos importa, porque tenemos tan poco, tan poco. Cuando ya no estemos aquí, ellas seguirán como siempre, adornándose con la nieve y jugando con el agua. Volver a ellas una y otra vez es mi forma de intentar detener lo imposible.

martes, 28 de mayo de 2013

grafitero

el grafitero ha decidido inundar nuestros ojos con su ego,
ha decidido imponernos sus obsesiones fantasmales,
ha decidido que choquemos con su presencia intimidante,
ha decidido ejercer de tirano de los muros,
ha decidido pringar las calles con su cosa,
ha decidido ser por siempre infantil y ensimismado,
ha decidido ser, al fin, como ellos,
urbanistas sin alma,
alcaldes corruptos,
banqueros venales,
ministros horteras,
ególatras sin medida,
impositores de sus deformidades.

Quita tus lamentables balbuceos de mis ojos, grafitero,
yo no te obligo a que leas mis cosillas,
deja que respire mi mirada,
no vuelvas a pintar puertas del siglo XIV
son únicas
han sobrevivido
no las destruyas como hacen los idiotas.

lunes, 27 de mayo de 2013

Spasiva

Ayer murió en el Everest Alexei Bolotov. Junto a Denis Urubko, intentaba abrir una nueva vía el el flanco suroeste, en estilo alpino. Fue uno de los tipos que hace 5 años intentaron sacar a Iñaki Ochoa del Anapurna, sin éxito. Había dicho: "no subimos allá arriba por dinero o por fama, sino porque nos da la vida". La paradoja del alpinismo es que te da la vida, pero tambien te la quita. Es raro, sí. Tiene que ver con la intensidad y la belleza, y con cierta absurda sensación de libertad. Conocí a Iñaki Ochoa hace algún tiempo. Llegó en un coche de más de 20 años. La puerta del piloto había que atarla con una cuerda. Uno de los mejores deportistas españoles tenía ese coche. Estos tipos son raros. Viven y mueren jóvenes, como rockeros sin canciones.

domingo, 26 de mayo de 2013

Si hubiere buen señor


Cuando vimos estas fotos, allá por los años ingenuos, debimos recoger firmas para que sometieran al paciente a un severo tratamiento de reconstrucción de la personalidad. En vez de eso, algunos se aprestaron a votarle. Unos para olvidar el GAL, la OTAN, el corrupsoe y la decepción de la era González; mientras otros lo hacían para recuperar viejas esencias, aromas épicos y borriquismos sin complejos que sólo podían llevarnos a la desolación de las batallas y las cloacas históricas. Una declaración de intenciones tan explícita como la que muestran esas fotos de reconquista, debían habernos advertido sobre que la Historia se repite con énfasis de farsa y vocación de circo. Pero muchos optaron por EL, y el tipo que se disfrazaba de Cid Campeador materializó sus fantasías y se fue a matar moros así tuvo la más mínima oportunidad. Recuerden cuando declaró que su país había sido invadido por el Islam. Quizá no lo recuerden bien porque lo dijo con acento tejano. Cuando la cruzada en Irak terminó con sus miles de muertos, y el petróleo en buenas manos, casi nos olvidamos de EL, porque en el Yanki le pagaban mejor, aunque aquí tenía también sinecuras ganadas al calor de los favores que dispensó a la nobleza económica cuando ejercía de Adelantado. Cuando se disfrace de pistolero del FarWest, que se cuiden los siox de su larga mirada de repetidor de miserias. Como siempre, Goethe tenía razón: está fuera todo lo que está dentro. Lo que nos debe servir de lección para no echar en saco rato los indicios de cualquier infierno.

lunes, 20 de mayo de 2013

Erri

Desde hace unos años, tengo a Erri de Luca como a un verdadero amigo. De él me fascinan varias cosas. Militó en Lotta Continua. Sufrió el exilio. Trabajó toda su vida de albañil, jardinero y otras cuestiones manuales. Es escalador y alpinista. Su prosa es material: te hace tocar las cosas. Es sintética y aforística. Le encanta escribir sobre quesos. Es pudoroso y respetuoso, como la gente de antes. Es del sur, en sentido geográfico, pero también moral. Respeta al lenguaje como al mayor tesoro: cada palabra pesa,  sostiene, y nutre. Construyó su casa con sus manos. Se considera un fracasado, pese a que ha vendido miles de libros, porque el fracaso, a lo mejor, no es lo contrario del éxito, sino del autoengaño, la autocomplacencia y la esperanza. Escribió algo que le define: ""Los libros nuevos son arrogantes, las hojas no se dejan volver, oponen resistencia y hay que apretar para que se queden quietas. Los libros viejos tienen las costillas rotas, las páginas leídas pasan y ya no se levantan". Y otra cosa que explican su "éxito" y su trayectoria vital más allá de las modas: "(...) hay suertes que se llevan del brazo al primero que se cruza en su camino, putas suertes que te dejan enseguida para irse con el siguiente, y otras suertes sesudas que examinan al individuo para aprobarlo lentamente". Suele escribir sobre tipos solitarios y heridos que no se han rendido ni se rendirán.
Considero Valor.

Considero valor cada forma de vida, la nieve, la fresa, la mosca.

Considero valor el reino mineral, el conjunto de las estrellas.

Considero valor el vino junto a la pasta, una sonrisa involuntaria, el cansancio que no niegan dos viejos que se gustan.

Considero valor lo que mañana no valdrá nada y lo que hoy ya vale poco.

Considero valor todas las heridas.

Considero valor ahorrar agua, reparar zapatos, callar a tiempo, socorrer a gritos, pedir permiso antes de sentarse, probar gratitud sin recordar bien el porqué.

Considero valor poder saber donde está el norte en una habitación y el nombre del viento que seca la ropa.

Considero valor el viaje del vagabundo, lo clausura del monje, la paciencia del condenado sea cual sea su culpa.

Considero valor emplear el verbo amar y la hipótesis que un creador existe.

Muchos de estos valores no los he conocido.

Erri de Luca.


"Considero Valore"

Considero valore ogni forma di vita, la neve, la fragola, la mosca.

Considero valore il regno minerale, l'assemblea delle stelle.

Considero valore il vino finché dura un pasto, un sorriso involontario, la stanchezza di chi non si è risparmiato, due vecchi che si amano.

Considero valore quello che domani non varrà più niente e quello che oggi vale ancora poco.

Considero valore tutte le ferite.

Considero valore risparmiare acqua, riparare un paio di scarpe, tacere in tempo, accorrere a un grido, chiedere permesso prima di sedersi, provare gratitudine senza ricordarsi di che.

Considero valore sapere in una stanza dov'è il nord, qual è il nome del vento che sta asciugando il bucato.

Considero valore il viaggio del vagabondo, la clausura della monaca, la pazienza del condannato, qualunque colpa sia.

Considero valore l'uso del verbo amare e l'ipotesi che esista un creatore..

miércoles, 15 de mayo de 2013

15M


El 15M no ha tomado el poder, no ha cambiado el mundo, pero de momento ha conseguido algo que parecía imposible: hacer que mucha gente se fije en la desnudez innombrable y obscena del emperador. A partir de ahí no creo que nada vuelva a a ser como antes, por muchas batallas que se pierdan todavía, pues quien ha aprendido a mirar libremente no se conformará nunca con la mezquindad de la ceguera.

El 15M también ha mostrado a mucha gente que no está sóla, y que únicamente tienen sentido los proyectos colectivos, porque no hay otros: los proyectos individuales se inscriben necesariamente en el devenir de lo común, de la misma manera que una ola forma parte del mar por muy singular o destacable que nos parezca.

El 15M nos ha enseñado que el mundo nos pertenece a todos y a todas, no sólo a unos pocos, precisamente a esos que carecen de escrúpulos y que pretenden quedarse con todo utlizando, como han hecho tantas veces, todas las miserias y violencias que les sean precisas. Somos el 99%.

Por último, que bellas son las plazas cuando están vivas, cuando están libres.

martes, 14 de mayo de 2013

La ciudad idiota de Soria

 
Hace poco hablábamos de este despropósito moral, ambiental y urbanístico, a quien ahora los tribunales ponen en su sitio: se trata de una ilegalidad cometida por las autoridades públicas con el dinero de todos. Al descredito político, que parece que se la pela al PP (Partido se la Pela, o Partido de la Pela) se añade uno más imperativo, que también se la pelará porque son especialistas en tergiversar la realidad hasta límites paranormales. Veremos en qué queda esto, pues la justicia española se la coge con papel de fumar cuando se trata de meterle mano al poder, aunque se pone muy recia para entrullar a quien roba potitos para los críos, ya sea con dinero ajeno o incluso propio. La máxima responsable de la ilegalidad, que no ya solo desprósito de lesa naturaleza, o de mera gestión pública , es ahora feliz senadora, pese a que en su día acumulaba pavesas bajo las alfombras de su despacho de consejera de medio ambiente. Ahora ya sé porque se llama medio ambiente: primero le quitan la mitad, y luego el resto, cuando ya no importa, como aquella novela de Onetti. Pero sí importa, hasta el último momento importa. E incluso después, porque lo que destruyamos ahora lo sufrirán los que vengan tras nosotros, asustados e inermes ante las ruinas.
 
 http://www.eldiario.es/meseta/Justicia-Ciudad-Medio-Ambiente-Soria_6_131996815.html

jueves, 2 de mayo de 2013

Pelea en el Everest

Cuando convertimos la montaña en una mercancía más, obtenemos resultados como el que se enlaza abajo. El Everest está prostituido y empiezan las peleas de chulos. Unos, los sherpas, se han entregado a las expediciones comerciales. Para ellas hay que fijar cuerda hasta la cumbre y masificarlo todo. Los usuarios de estas expediciones suelen ser occidentales y la mayor parte de los beneficios que se obtienen también. Los sherpas son los obreros del Himalaya, y se enfadan cuando sienten (con razón o sin ella) que alguien les pisa el trabajo. Los otros, los alpinistas supertar, por muy majos que sean, como es el caso, me consta, de Ueli Steck, tienen que volver una y otra vez a esa montaña prositutida e intentar la pirueta más difícil todavía. De ese modo conseguirán mejores patrocinios y más suculentos contratos publicitarios. El alpinismo no era esto. Esto es al alpinismo lo que un burdel de carretera es al sexo compartido y a la ternura.
Enlazo una versión de la trifulca en el Everest y a continuaión a Ueli Steck escalando en solitario la norte del Eigger, en los Alpes. Dando muestras, ahí sí, de lo bella y comprometida que puede ser la escalada.
http://desnivel.com/expediciones/explicar-lo-inexplicable-a-punetazos-en-el-everest
http://www.youtube.com/watch?v=OmGcRIIIxK8

martes, 16 de abril de 2013

Autopistas ilegales



Ya hace muchos años que Noam Chomsky advertía que el Neoliberalismo consistía en robar a los pobres (o contribuyentes en general) para dárselo a los ricos. El caso de las autopistas en un ejemplo palmario. Item más: hay autopistas declaradas ilegales tras sentencia firme (como la M501, más conocida como "carretera de los pantanos", en Madrid) que deberían haber sido desmontadas y ahí siguen. Por la misma regla de tres, exijo que no se dé cumplimiento a ninguna sentencia judicial hasta que se no haga lo mismo con ésta. Si hay sentencias que no se cumplen ¿por qué habrían de cumplirse las demás? Todos los presos a la calle, por tanto. O abajo con esa autopista. Se preguntaran ustedes, con razón, cómo es posible que una autopista ilegal haya podido ser construida. ?¿Qué tal si les digo que las promotoras de las misma fueron Esperanza Aguirre, presidenta de la comunidad de Madrid, y María Dolores de Cospedal, por aquel entonces flamante consejera de infraestrucuturas? A que ahora las cosas se entienden mejor. Es el bien común, entendámoslo. Aquellas obras fueron denunciadas por Ecologistas en Acción. Recuerdo que se llevó a cabo una campaña con el objeto de reunir la fianza que el juez exigía para detener cautelarmente las obras, una fianza de 500.000€. Las obras de la autopista se terminaron antes, claro. Y ahí sigue. De María Dolores de Cóspedal ¿qué les voy a contar que ustedes no sepan?. En sus dominios verbales no se pone el sol. Es la mayor productora de métaforas, retruecanos y neologismos desde Luis de Góngora. Pronto empezará a privatizar los montes de Castilla-La Mancha. No parará hasta convertirlo todo "en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada".

http://www.eldiario.es/zonacritica/autopistas_privatizacion_nacionalizacion_rescate_6_122197796.html

lunes, 8 de abril de 2013

Amor en euskera

Hay parejas que rubrican su amor comprándose un candado. Caminan hacia una ferretería y no salen de ella hasta haber dado con uno tan sólido y galvanizado como el cariño. Luego lo cierran en las barandillas de los puentes. Los amantes más románticos buscan puentes en alguna ciudad histórica, una ciudad con pedigrí, con puentes góticos sobre ríos procelosos y literarios. Los novios de extrarrardio se conforman con las más modestas pasarelas de las autopistas. Me los puedo imaginar al cabo del tiempo, cuando tengan que cruzar a la orilla y vean su candado oxidándose a la intemperie, cayendo en la cuenta de que al fin y al cabo es posible que no existan los amores eternos, que lo único eterno sea acaso la acción corrosiva del tiempo y el óxido.

Yo siempre preferí una concepción menos penitenciaria del amor. Su expresión más perfecta la encontré en una canción en euskera. Esa canción me la enseñó una amiga de Getaria. Viviamos en Londres y nos enseñábamos canciones. Esa canción era Txoria Txori, de Mikel Laboa. Recuerdo cierta ocasión, en Vera de Bidasoa, hace ya tiempo, en que acababa de bajar del monte, agotado, y  quería dormir. Pero en el salón del hostal había una boda, una boda con baile, con orquesta, como las de antes, lo que dificultaba mi propósito. Harto de ruido, me levanté y me puse los pantalones: se iban a enterar esos tipos de lo que era respetar la hora de la siesta. Según bajaba por las escaleras, acercándome al salón, el volumen de la música no hacía sino aumentar, y con él mi enfado. Con la mano en el picaporte, estaba decidido a pedirles que bajaran el volumen, por favor,  y lo que hiciera falta. Y entré. Justo en ese momento, todos los presentes se habían puesto en pie, y estaba cantando, cantaban esa canción: Txoria Txori. Fue sublime, brutal: 200 personas cantando a coro esa música triste, acerba como la lluvia en la cara. Cuando acabaron, yo estaba al borde de las lágrimas. Alguien puso en mis manos una copa de txacolí. Me uní a la fiesta. Ya no quería dormir. Era mejor bailar.
La letra de esa canción dice: "si le cortara las alas sería mío, ya no se escaparía. Pero entonces no sería un pájaro. Y lo que yo amo es el pájaro". Y ahora ya podéis escucharla. 

lunes, 25 de marzo de 2013

LOS LIBROS SON LADRILLOS

Los libros son ladrillos, por supuesto, los ladrillos que constituyen esa pared que algunas personas llevamos en el alma (o como se llame eso) esa pared que linda por un lado con la realidad más verdadera, y por el otro lado con la fantasía más verdadera. Según aumentan tus lecturas, esa pared crece en todas direcciones, incluso hacia dentro, incluso hacia el infierno. Algunos de esos ladrillos son ladrillos maestros: si los quitas de la pared, ésta cede. Miro a mi pared y veo a Marsé, a  Aub, a Valle, a Cervantes, a Stevenson, a Sthendal, a Grossmann, a Andric, a Bulgakov. En la parte más alta, convirtiéndose en los ladrillos que sostendrán otros futuros, voy viendo a Riechmmann, a Reig, a Gopegui, a Chirbes. Y sonrío.

miércoles, 20 de marzo de 2013


SEARCHING FOR A SUGAR MAN

Después de ver este impresionante documental, se me ocurren a bote pronto unas cuantas cosas:

- Durante muchos años la historia del rock se privó de un artista inmenso.

- La música y la poesía, más si juegan juntas, pueden ayudar a forjar identidades hostiles a la injusticia, como ocurrió con todos esos jóvenes blancos en la Sudáfrica de los 70.

- No existe una única forma de estar en el mundo, sino muchas, y no todas son deplorables.

- La verdadera elegancia no desfila por las pasarelas.

- El éxito es un concepto ridículo.


- Estamos dramáticamente necesitados de bellas historias, de historias que nos digan que no todo es una mierda. En cuanto encontramos una, nos agarramos a ella con ansiedad de náufragos


 


martes, 12 de marzo de 2013

brevedad

Ultimamamente no soporto los libros gruesos. Aprecio, sin embargo, aquellos que buscan la brevedad, la sutileza, el decir más con menos, el aligerar peso, la obra muerta, los que navegan o vuelan con ligereza por nuestro tiempo de lectores. Así gana enteros en mi aprecio el relato breve, el cuento, la novela corta, el poema, el apotegma, el aforismo, la sentencia, y lo pierden para siempre esas novelas a las que les sobran 200 páginas de inanidad y paja.

domingo, 24 de febrero de 2013


UN POEMA LLAMADO YUGOSLAVIA

Yo quería ser yugoslavo,
igual que Mirza Delibasic,
y jugar al baloncesto al estilo de Ljubliana,
es decir,
con elegancia, sagacidad y precisión,
y tener una novia eslava,
vestida de konsomolski los sábados por la tarde,
justo antes de ir a cenar borsch y vino de primorska,
y ser independiente de Moscú,
y ganar muchas medallas de oro y plata sin aparente esfuerzo.
Yo quería ser de esos tipos que les robaron a los yankis su juegos patrimoniales,
la llama y la elocuencia del básket posmoderno.

Sí, yo quería ser yugoslavo,
y durante muchos años mantuve viva esa ilusión precisa,
hasta los veintitres años exactamente,
en que me la quitaron a fuerza de muerte y estupidez rampante,
y me dejaro huérfano y helado contra los muros del fango.
Durante mucho tiempo pobló mis pesadillas una imagen elocuente:
“chetniks en al bosque, hay chetniks en el bosque”

Pero aunque ya no quiero ser yugoslavo
(ya no quiero ser nada)
sí quiero ser como Mirza Delibasic,
porque él nunca abandonó la ciudad de Sarajevo,
aunque bien pudo hacerlo,
pues estaba enfermo,
y sus amigos españoles no dejaron ni un día de llamarle.
Nunca abandonó a sus hermanos martirizados.
Yo quiero ser como él:
lanzar a canasta desde una silla de ruedas,
lanzar a canasta desde una tarde de la infancia,
en un solar donde crecen crisantemos,
mientras la ciudad se derrumba a nuestro lado como un cisne invencible
Foto: UN POEMA LLAMADO YUGOSLAVIA

Yo quería ser yugoslavo, 
igual que Mirza Delibasic,
y jugar al baloncesto al estilo de Ljubliana,
es decir,
con elegancia, sagacidad y precisión,
y tener una novia eslava, 
vestida de konsomolski los sábados por la tarde, 
justo antes de ir a cenar  borsch y vino de primorska,
y ser independiente de Moscú,
y ganar muchas medallas de oro y plata sin aparente esfuerzo.
Yo quería ser de esos tipos que les robaron a los yankis su juegos patrimoniales,
la llama y la elocuencia del básket posmoderno.

Sí, yo quería ser yugoslavo, 
y durante muchos años mantuve viva esa ilusión precisa,
hasta los veintitres años exactamente,
en que me la quitaron a fuerza de muerte y estupidez  rampante,
y me dejaro huérfano y helado contra los muros del fango.
Durante mucho tiempo pobló mis pesadillas una imagen elocuente:
“chetniks en al bosque, hay chetniks en el bosque”
 
Pero aunque ya no quiero ser yugoslavo 
(ya no quiero ser nada)
sí quiero ser como Mirza Delibasic, 
porque él nunca abandonó la ciudad de Sarajevo,
aunque bien pudo hacerlo, 
pues estaba enfermo,
y sus amigos españoles no dejaron ni un día de llamarle.
Nunca abandonó a sus hermanos martirizados.
Yo quiero ser como él:
lanzar a canasta desde una silla de ruedas,
lanzar a canasta desde una tarde de la infancia, 
en un solar donde crecen crisantemos,
mientras la ciudad se derrumba a nuestro lado como un cisne invencible

martes, 19 de febrero de 2013



LA NOCHE MÁS OSCURA DE SUS ALMAS

Durante varios años viví en Lavapiés. Todos los días cogía un tren en Atocha, a las 8:02. Venía de Alcalá de Henares y su destino era Cercedilla. No era raro oír en ese tren el idioma polaco, con sus imposibles fonemas sibilantes, así como el árabe del Magreb, el rumano, el búlgaro y, por supuesto, el castellano. Yo amo todos los idiomas. Ninguno me sobra. Me gustan sobre todo cuando madrugan, llevan pegada pereza de sueño.
El 11 de Marzo de 2004 yo no estaba allí, pero muchas de las personas que se expresaban en esas lenguas sí que estaban. Ninguna de ellas parecía que tuviese cuentas en Suiza. No creo que nadie les hubiese regalado nunca un porsche. Tampoco parecía que tuvieran asuntos importantes que dirimir con ningún irakí. Más bien eran trabajadores sumidos en sus agobios cotidianos. Muchos de ellos fueron asesinados.
En los días sucesivos recuerdo un Madrid emocionante. La gente en pie de guerra pedía a gritos la verdad, buscaba el contacto de los otros, rodeaba las sedes de los que nos habían llevado a aquella guerra con mentiras baratas, pese a la oposición del 93% de la población, y que ahora intentaban disimular su responsabilidad con el objeto de ganar una mierda de elecciones. Yo no creo en dios (ya me gustaría; sería todo más fácil); ellos, sin embargo, se declaran cristianos. Espero que su dios les perdone, porque yo no pienso hacerlo.
No pienso hacerlo porque no asumieron su responsabilidad; porque cada día aumentaban la indignidad con nueva mentiras ridículas, sustentadas en nada; porque no pidieron perdón; ni dimitieron; ni se apiadaron de los miles de inocentes que murieron como consecuencia de aquellas batallas ingloriosas. Ni una palabra les han dedicado, ni el más pálido o cicatero homenaje en el país de la fiesta y el dispendio. Sí recuerdo, sin embargo, la únanime ovación de su bancada cuando el parlamento aprobó la intervención española en el conflicto, al lado de Estados Unidos y Gran Bretaña, como si fuéramos alguien. Siempre están haciendo el ridículo, lo que no les impide poner también la mano lisonjera.
Hoy Pons ha vuelto a abrinos las carnes, las heridas (ayer fue Arenas). Su discurso era tan ridículo que por un momento la risa nos ha hecho olvidar la sangre derramada. Pero solo ha sido un momento. Luego nos hemos puesto firmes y les hemos escupido a las palabras.



lunes, 18 de febrero de 2013


 

   
TECHOS
 
En este país, o lo que sea, hay plazas de toros con techo y mucha gente sin techo. Lo del derecho a techo iba por las plazas de toros, amigos. Por ello, el parlamento español votará la semana que viene a favor de considerar a los toros como Bien Cultural, es decir imprescindible, básico, y a continuación votará a favor de considerar a los desahuciados como carne de cañón bancaria. Todos esos ilusos que se compraron un piso, que luego fueron despedidos como consecuencia de los dislates neoliberales, y de su posterior ofensiva, tiene en común algo con la sagrada fiesta de los toros: unos han de ser sacrificados para que otros se diviertan. Al menos, en los toros, el ejecutor se juega la vida; y si el toro arremete contra él, no llama a la policía para reprimir el derecho más básico que asiste a cualquier hombre, mujer o bicho viviente: la autodefensa