definición de la Rae

Desacato. (De desacatar). 1.m. Falta del debido respeto a los superiores. 2.m. Irreverencia para con las cosas sagradas.
La literatura o es desacato o no es nada (creo)

jueves, 24 de octubre de 2013

Piris

2 años sin subir al Pirineo y 5 sin subir solo. Desde el refugio de Lizara, valle de Aragüés, rodeo el Bisaurín para subir por su cara norte y bajar por la sur, si hay suerte. El día es espléndido y madrugo para pillar la nieve dura, lo que sucede a medias. 4 horas más tarde estoy arriba, aunque más cansado de lo esperable. Soledad absoluta y viento ligero. La arista de cumbre es vertiginosa, mejor no caerse. Se supone que tiene que haber una cruz o algo así, pero no la encuentro. Luego me dirán abajo, en el refugio, que un rayo la hizo volar, hace unos años. Las vistas son increibles: destacan al este el Midi d'Ossau y el Balaitous. Reconocer picos es como reconocer amigos entre la gente. Toca bajar por una pendiente delicada, pero hay buena huella. Cuando piso hierba, me quito los crampones y me echo una siesta. Ya en el refugio, lo celebro con unas cañas. Luego paseo por una pradera llena de bojes y flores: ¿dónde está el jardinero? Me quedaría a vivir en esta luz. Pero ya estoy de vuelta en el infierno.


Alpujarras

Las Alpujarras forman parte de ese sur mítico que tanto les gusta a los anglos. Por aquí anduvo Brennan surtiendo de imaginario a legiones de buscadores de valles perdidos, preferiblemente orientados al calor del mediodía. Luego vinieron hippies de todas las europas en busca de Nirvanas posibles y controlables. Abrieron talleres de artesanía y cenobios budistas. Se quedaron. Ahora Capileira, el pueblo más emblemático de la comarca, recibe a los turistas convertido en parque temático de sí mismo. A los gourmets de lo auténtico les espera Bubión, un poco más abajo, igual de blanco pero aún más bonito, y sin carteles arruinando el paisaje de unas casas inolvidables. Nosotros fuimos sobre todo a subir el Mulhacén, otra montaña mágica. Lo hicimos remontando el barranco de Poqueira, bajo un sol implacable (mejor sin duda hacerlo con el otoño bien asentando, cuando los robles y castaños se ponen amarillos y las praderas verdes y frescas). Arriba, en el refugio, la tasca alpina y otras hierbas aliviaban ese calor embrutecido. Cena superlativa al amparo de muros de pizarra. La noche estrellada de fuera nos hizo recordar constelaciones borradas. La madrugada alivió los siguiente 1000 metros de desnivel, que aún quedaban hasta la cumbre. En ella una extraña emoción por pisar el techo de la península con sus 3500 metros asomándose al mar y a la ciudad de Granada. La cara sur es amable. La norte un paredón que hiela las venas y que en invierno se llena de vías de nieve tentadoras. De vuelta a Bubión, 2200 metros por debajo, la cerveza helada certifica un día casi perfecto.