"Mi
patria es el monte" dijo Zalacaín. Por eso nos gusta Baroja, porque
alentó ciertos sueños juveniles. Discrepo, sin embargo, en que esté más
vivo que Machado, por ejemplo. Si la juventud es devota del Baroja
aventurero, la madurez se detiene con Machado frente a los Olmos secos. Y
admira su resistencia civil frene al fascismo y su muerte en el exilio.
Baroja pudo elegir entre el exilio heroico, y desolado, o volver a
España (sus paseos por El Retiro, su caserón de Itzea) y eligió esto
último pese que a cambio tuviese que vender su alma al diablo. Su
juramento en Salamanca, su aquiescencia frente al fascismo, también
contrasta fuertemente con el último acto de Unamuno: "venceréis pero no
convenceréis". Un bel morir tutta una vita honora. O quizá no.
Disyuntiva esta muy barojiana, muy humana.
De
su generación, Pío Baroja es el escritor que sin lugar a dudas sigue de
verdad vivo. Pero ¿por qué lo seguimos leyendo? Miguel Sánchez-Ostiz
explica sus razones, y quizá las nuestras, ahora que ve la luz «Los
caprichos de la…
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