definición de la Rae

Desacato. (De desacatar). 1.m. Falta del debido respeto a los superiores. 2.m. Irreverencia para con las cosas sagradas.
La literatura o es desacato o no es nada (creo)

miércoles, 31 de octubre de 2012

Velas


Estuvimos en la Palma. Habitamos una casa de piratas. Recorrimos una dorsal de volcanes. Subimos montañas negras. Otras veces de la lava brotaban pinos ignífugos, con alcorques de pinocha roja. El fuego respeta a esa especie: la quema, pero no la mata. La vida hace el resto: de lo negro sale lo verde; y de lo verde, lo rojo. 

Nos gusta caminar alrededor de los volcanes, sobre su vórtice. Miras adentro e imaginas el mundo  naciendo a borbotones. Es extraño estar sobre una isla que antes no existía, que salió del mar como una enorme pescadilla de fuego y ruido. La última erupción es reciente: 1971. En aquella ocasión la isla ganó muchas hectáreas al océano. Sobre esa nada crecen ahora infinitas plataneras, meciendo sus enormes hojas de árboles sin memoria. 

Nos gustaban las casas. En canarias adoran la madera. Son artistas de las balaustradas, los artesonados y las ventanas. Aquí éstas eran de guillotina. Se juntaba la arquitectura del norte con la del sur. Y esto porque en su día vinieron a la isla muchos flamencos: de Gante, de Amberes, de sitios así. Un viajero antiguo había dicho que algunas calles le recordaban a Holanda.

Ahora viven del turismo y los plátanos. Vienen holandeses, pero, sobre todo, alemanes. Algunos se quedan. No me extraña. Como apenas hay playas, la isla es muy tranquila, coqueta, recatada, de ritmo lento y acariciante. Te pones a mirar hacia el oeste, hacia miles de kilómetros de océano, y es como  mirar a los ojos del olvido. Es lo que tienen algunas islas: se sustraen a la locura del mundo. O eso parece. En la literatura son muchas veces microcosmos de felicidad. En otras ocasiones, sucursales del infierno. ¿Qué contarían los guanches, los antiguos habitantes de la isla, ya desaparecidos, si la vieran ahora? Probablemente, nos hablarían de cómo todo puede cambiar en un momento, en ese momento en que aparecen de repente, en el horizonte, velas de barcos. Nos dirían que aquello que parece estable, definitivo, no lo es en absoluto, que puede desaparecer en el transcurso de unas pocas  semanas. Para siempre. 

Pero de ellos no queda nada. Para ellos, La Palma, la Isla bonita, es definitivamente una isla perdida.  

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