El
15M no ha tomado el poder, no ha cambiado el mundo, pero de momento ha
conseguido algo que parecía imposible: hacer que mucha gente se fije en
la desnudez innombrable y obscena del emperador. A partir de ahí no creo
que nada vuelva a a ser como antes, por
muchas batallas que se pierdan todavía, pues quien ha aprendido a mirar
libremente no se conformará nunca con la mezquindad de la ceguera.
El 15M también ha mostrado a mucha gente que no está sóla, y que
únicamente tienen sentido los proyectos colectivos, porque no hay otros:
los proyectos individuales se inscriben necesariamente en el devenir de
lo común, de la misma manera que una ola forma parte del mar por muy
singular o destacable que nos parezca.
El 15M nos ha enseñado
que el mundo nos pertenece a todos y a todas, no sólo a unos pocos,
precisamente a esos que carecen de escrúpulos y que pretenden quedarse
con todo utlizando, como han hecho tantas veces, todas las miserias y
violencias que les sean precisas. Somos el 99%.
Por último, que bellas son las plazas cuando están vivas, cuando están libres.
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